Somos tod@s Haití

El retiro forzoso de las tropas argentinas de Haití, un hecho que se va cumpliendo desde abril de este año, muestra cabalmente la falacia de los argumentos que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos han utilizado para intentar justificar su participación en la ocupación de ese pueblo hermano, a cien años ya del inicio de la ocupación estadounidense de su país. Asimismo nos pone ante un nuevo escenario en el camino por lograr una verdadera cooperación de parte de los pueblos y los Estados de nuestra América, en pos de la soberanía, la autodeterminación y el buen vivir no sólo del pueblo haitiano sino de toda la región.

Con botas o sin botas, continua la ocupación

Tal cual la decisión de establecer la MINUSTAH fue impulsado por EE.UU. y Francia en 2004, para completar la intervención que ya incluía el primer golpe de estado de este siglo en las Américas, la disminución del componente militar de la MINUSTAH ahora también ha sido decidida por EE.UU. y Francia y operada en el seno de su coto privilegiado, el Consejo de (In)seguridad de las NN.UU. La reducción de sus “donaciones”, que constituyen la mayor parte del presupuesto de la ocupación, es apenas una de las herramientas utilizadas para forzar su voluntad.

Argentina y otros países de la región plantean públicamente su desacuerdo, que el retiro es prematuro, que ahora que finalmente se va a realizar las demoradas elecciones pueda haber mayor tensión, que si bien Haití está en mejores condiciones todavía falta… Se niegan a reconocer el carácter real y las consecuencias de su presencia en Haití y asumen como propio, el racismo y el paternalismo eurocéntricos reflejados en una mirada hacia el pueblo, el gobierno, las instituciones haitianos como crónicamente incapaces de resolver sus problemas.

Tampoco asumen responsabilidad ante los crímenes cometidos; siguen intentando disfrazar la ocupación de “misión humanitaria” y esconden las presiones domésticas de las propias fuerzas militares para ampliar su presupuesto y área de influencia. En resumidas cuentas, sigue creciendo la deuda histórica que mantenemos con el pueblo haitiano, capaz de proclamar la igualdad de derechos de todos los seres humanos y quitarse de encima el doble yugo de la esclavitud y el colonialismo, antes de prestar hace ya 210 años, su generoso apoyo a las luchas emancipatorias en el resto de la región.

Mientras tanto, muchos movimientos y organizaciones populares de Haití intensifican su lucha por recuperar su soberanía y ejercer su autodeterminación. Y los poderes de siempre continúan sus políticas de sometimiento, saqueo y endeudamiento, tercerizando la ocupación cuando les conviene y como les conviene. Ya en las elecciones de 2010/2011, manipularon los resultados para poner un presidente a su antojo; si ahora deciden que solo hace falta un componente militar reducido será porque creen poder garantizar el control por otros medios – incluyendo a través de la tumultuosa repatriación de miles de haitianos nacidos en la vecina República Dominicana. A su vez, las fuerzas militares restantes de la MINUSTAH se preparan para un nuevo escenario de represión y las tropas “desocupadas” empiezan a desplegar su entrenamiento y nuevas doctrinas de intervención y control urbano en nuestros países. También a buscar nuevos destinos redituables en otros “países en conflicto” –siempre según deciden EE.UU. y los demás poderes centrales.

Fortalecer nuestra solidaridad

Ante este nuevo escenario, donde todo cambia para que no cambia nada, ¿cómo reforzar nuestra acción solidaria con el pueblo haitiano? En primer lugar, manteniendo firme nuestro acompañamiento a los movimientos y organizaciones populares haitianas en su reclamo del fin de toda forma de ocupación. Vale la pena recordar las palabras del entonces Secretario General de la ONU, quien sugirió al aprobar la intervención en Haití en 2004 que la misma “debería permanecer por lo menos 20 años”. El retiro de algunas tropas, más que anunciar el fin de la ocupación, señala una nueva etapa ante la cual precisamos mantenernos en alerta y profundizar una visión estratégica de los actores principales y beneficiarios de la presencia de la MINUSTAH. A la vez, apoyar los esfuerzos haitianos por visibilizar la actual ocupación en el marco del centenario de la primera invasión y ocupación estadounidense de Haití y el bicentenario del endeudamiento compulsivo de la joven república independiente y antiesclavista, respaldando sus demandas de justicia, restitución y reparación.

Implica también trabajar por el fin de la impunidad con que se actúan las llamadas misiones de paz de NN.UU., difundiendo y fortaleciendo las acciones de las organizaciones haitianas para lograr la sanción de los responsables de los masacres, de las violaciones y abusos sexuales, de la introducción de la epidemia del cólera que ha llevado más de 8000 vidas y sigue provocando estragos, así como también la reparación de las víctimas y sus comunidades. Ningún estado participante de la MINUSTAH puede sustraerse de esas responsabilidades y el gobierno argentino en particular, que se ufana permanentemente de su compromiso con los derechos humanos, debe asumir como prioridad el desafío ya planteado a través de las querellas de los damnificados, los informes del Experto Independiente de NN.UU. sobre Derechos Humanos y Haití y otras acciones. #NI UNA MENOS debe ser también la regla en Haití, donde al contrario hoy en día proliferan las denuncias acerca de la sistemática explotación sexual de niñas, niños, jóvenes y mujeres a manos de las tropas de la MINUSTAH.

Para avanzar en estos sentidos sin duda deberíamos seguir insistiendo con los gobiernos de nuestra América, sobre todo, en la necesidad de una política colectiva de cooperación solidaria con los derechos y necesidades del pueblo haitiano, lejos de los objetivos y mecanismos de los poderes neocoloniales y la tónica que impone la MINUSTAH. Cuba y Venezuela han mostrado un camino desde hace años en este respecto, y la iniciativa tomada por la UNASUR después del terremoto en 2010 también demostró la posibilidad de una cooperación distinta.

Escuchar a los movimientos populares haitianos

Pero no puede haber cooperación genuina de parte de los mismos Estados que se prestan por ocupar a Haití. Es hora de preguntar a las organizaciones populares haitianas cómo evalúan los pasos dados y las necesidades actuales, tanto para la cooperación oficial como la solidaridad directa que desde nuestros movimientos y organizaciones hace falta redoblar. Sea en el campo de los derechos humanos, la defensa de la soberanía alimentaria, el derecho a la salud, a no sufrir los impactos de la megaminería a cielo abierto o la conversión de territorios fértiles en fábricas esclavizantes o centros de turismo de lujo, tenemos mucho por intercambiar y seguir avanzando articulaciones entre luchas comunes.

Junto con los demás integrantes del Comité argentino de solidaridad por el retiro de las tropas de Haití, seguiremos colaborando en este sentido y en la búsqueda siempre de poder profundizar los lazos concretos entre las luchas del pueblo haitiano y la construcción de alternativas populares en nuestro país y la región entera. Desde hace más de doscientos años, el pueblo de Haití ha estado inspirando y liderando los caminos de la independencia, la igualdad, la solidaridad entre pueblos. Nos toca apenas retribuir su generosidad, uniendo fuerzas para superar las dominaciones y transformar las estructuras de injusticia.

-Beverly Keene, Diálogo 2000 – Jubileo Sur Argentina
Buenos Aires, 25 de junio 2015

Esta nota forma parte de la publicación de Jubileo Sur/Américas, 11 Años de Ocupación Basta...Fuera MINUSTAH de Haití, julio 2105.