A 40 años de recibir el Premio Nobel de la Paz
Queridos hermanos y hermanas un fraterno abrazo de Paz y Bien que tanto necesita el mundo y nuestro país.
Han pasado 40 años desde el día que me otorgaron el Premio Nobel de la Paz, cuando el país vivía en el dolor y la resistencia bajo la dictadura militar, hacía poco que me habían liberado de la prisión y de la libertad vigilada.
Cuando el embajador de Noruega me da la noticia el primer sorprendido fui yo, no esperaba premio alguno, le dije al embajador que no podía recibirlo a título personal, el trabajo no es de una persona, sino de miles de hombres y mujeres en toda Latinoamérica que luchamos juntos por alcanzar y construir un mundo de iguales, que lo asumía en nombre de todos los pueblos de América Latina, de los hermanos y hermanas indígenas, campesinos, religiosos y religiosas, organizaciones sociales de derechos humanos, de las queridas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y organismos de DDHH que luchan día a día por un mundo más justo y fraterno.
Hoy a 40 años el mundo se encuentra en zozobra, camina entre angustias y esperanzas frente a la Pandemia del Covid 19 que ha cobrado miles de vidas y pone al descubierto las desigualdades sociales, económicas y políticas, el aumento del hambre, el desempleo, la pobreza. El daño que el ser humano ha hecho a la Madre Tierra en su afán mercantilista de aquellos que privilegian el capital financiero sobre la vida y continúan su explotación y daños a nuestra Casa Común.
Son tantos los recuerdos y vivencia del caminar por nuestro continente y el mundo que no alcanzan las palabras. Sólo agradecer y decirles gracias…tomar fuerzas para continuar al servicio de miles de rostros que nos cuestionan e interpelan y reclaman un lugar digno en la vida y sabe que otro mundo es posible si hay fuerza y unidad en la diversidad.
Violeta Parra nos ha regalado esa canción que debemos llevar en nuestra mente y corazón: “Gracias a la Vida que me ha dado tanto…”.
En este caminar de luchas y esperanzas, agradezco a cada uno y una el compartir caminos de un nuevo amanecer y agradecer a mi familia, a los compañeros/as del Serpaj en América Latina, a tantos amigos, amigas militantes de la vida en el mundo que nos acompañan, a las organizaciones de cooperación, a las Iglesias, a la Comisión Provincial por la Memoria , a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, a mis
Un fuerte abrazo y mucha fuerza y esperanza.
-Adolfo Pérez Esquivel
Buenos Aires, 13 de octubre del 2020